Hace 2 años aproximadamente, estaba sentada en el piso en flor de loto, como más me gusta estar. A mi lado, estaban mis amigas Erika e Ivonne y un poco más adelante Erandi y Paola. Las 5 muy inspiradas y atentas a la presentación que estaba haciendo nuestro maestro Gurujodha en la certificación para maestros de Kundalini Yoga. Recuerdo súper bien cuando pasó a la última diapositiva de la presentación, había una imagen hermosa de un gran bloque dorado brillante sobre unas aguas transparentes, me acerqué un poco más hacia la pantalla mientras nuestro maestro nos hablaba sobre el Templo Dorado en Amritsar, India. La voz de Érika interrumpió mi estado de hipnotismo ante esa imagen diciéndome muy emocionada: “tenemos que ir, tenemos que ir”, las demás voltearon y asintieron con la cabeza, yo también lo hice pero en mi interior sabía que eso era muy difícil, ir a la India era muy caro, yo tenía trabajo y esposo, cómo iba a poder dejar todo eso por un largo tiempo para irme a ese viaje, así es que sólo mantuve fija la mirada en esa imagen por varios minutos, deseé con todo mi ser estar ahí y solté el momento.
2 años después, un día que pudo ser cualquiera, me quité los zapatos, pasé los pies por agua, caminé unos pasos y admiré en persona y en vivo el Gran Templo Dorado en Amritsar, India. ¿ Cómo es que esto pasó? no tengo idea, y a unas horas de haber dejado ese lugar, sigo sin poder creer que estuve ahí.
A primera vista, lo que más llama la atención es la corona dorada del Harmandir Saheb, el Templo Dorado. Se ve ahí, brillante contrastando con el mármol que hay debajo. Parece como sí flotara sobre unas aguas tranquilas que lo rodean. En el día, el templo se refleja sobre el agua, igual de impactante, igual de brillante, en la noche brilla encendido, como si lo rodeara fuego. Vive sobre el agua, en un estanque que se llama Amrit- sarovar, el estanque de néctar.
Existen muchas historias alrededor de la magia de estas aguas, ninguna de ellas comprobada científicamente pero eso si, basta con estar ahí para sentir la calma y la energía que emana de ellas.
Miles de peregrinos sikhs y visitantes, llegan desde muy lejos buscando tocar las aguas sagradas, tocarlas y ser bendecidos. A lo lejos, se escuchan los continuos cantos desde el templo.
Para entrar, hay que quitarse los zapatos y calcetines, taparse la cabeza y hacer una fila de aproximadamente 40 minutos, al llegar a la puerta, la gente se pone sobre las rodillas y lleva la frente sobre el piso de mármol y una vez que estás adentro del templo ya no hay nada más que decir, la vibración de los cantos que jamás paran, ni de día ni de noche, así desde hace cientos de años, enchinan la piel, vibran debajo de todas las fibras y transportan a un estado liberador, un estado de calma, unión, espiritualidad y elevación. Si está el Guru ( el Guru Grand Sahib – el libro con todas las enseñanzas) la energía es aún mayor.
Erandi y yo fuimos un día a las 2 de la mañana, había muchísima gente, todos hacían ishnaan ( baño en el estanque con agua helada) las mujeres dentro de un cuarto para no ser vistas, y los hombres en el estanque, y después hacen fila para entrar al templo. Nosotras llegamos a esa hora para hacer Seva, es como “servicio”, puedes desde lavar los pisos del templo hasta cocinar para los miles de peregrinos. Nosotras tuvimos la hermosa experiencia de lavar los trastes juntos con otras mujeres, estuvimos ahí casi una hora, con frío en el cuerpo pero el corazón ardiente de emoción, admirando el templo y compartiendo nuestra energía.
Después de eso, tienes opción de entrar, puedes subir al piso de hasta arriba, es un tipo de terraza al descubierto, desde ahí se escuchan las oraciones y se puede ver el amanecer, es un momento único.
Al salir, te dan prashad en la mano, una dulce y deliciosa mezcla preparada con harina, gee y azúcar, es un sacramento de esta religión.
Hay mucho alrededor de este templo y esta religión, podría contarles muchas cosas pero lo que más quiero es transmitirles la entrega espiritual que hay en este lugar, todos parecen estar en un trance mirando el templo y cantando, es un estado activo de espiritualidad, lleno de rituales, de significados. La cara de la gente se ve llena de fe e ilusiones, admiran el templo como sí Dios estuviera ahí en persona, se quedan a dormir en los fríos pisos para no perderse ni un segundo de cada cosa que pasa. Es una experiencia única que vale la pena tener porque no solamente asombra lo que hacen y viven los demás, sino lo que pasa dentro de ti.
No importa que yo no sea Sikh, en ese lugar me sentí parte de un todo, podía sentir dentro de mí cada oración que se cantaba y la conexión entre miradas con todos los que estábamos ahí fue un alimento para el alma.
Tuvimos el privilegio de hospedarnos en un hotel justo enfrente así que no dejamos de escuchar mantras los 3 días que estuvimos ahí, y aunque la ciudad es un total caos, se puede vivir en un estado meditativo constante.
Hoy dejé este lugar y esta experiencia para tomar un tren a lo que será mi nueva aventura: pasar 30 días en un ashram meditando y haciendo yoga. Traigo conmigo los consejos y palabras de mi amigo Akram, recuerdos de lugares impresionantes que conocí, la foto de la elefanta que tomé con mi corazón, mi maleta llena, la mente tranquila y meditativa y un montón de mariposas en la panza.
Empieza un nuevo capítulo en este blog, estoy muy emocionada.
Bendiciones para todos.